sábado, 12 de noviembre de 2016

La salvación de Mr.Church


Mr.Church

'Mr. Church' cuenta la historia de la amistad única que desarrollaron una niña pequeña y su madre moribunda con un talentoso cocinero llamado Henry Joseph Church que decidieron mantener como empleado. Lo que comenzó siendo un acuerdo de trabajo por seis meses se extendió a quince años y la familia creó un lazo que duraría para siempre. 

No había llorado tanto con una película en mucho tiempo. Solo puedo decir que es entrañable, que está llena de desdichas, pero también de superación, de cómo seguir adelante, de cómo enamorarse de la vida, y de cómo una persona puede cambiar el curso de las cosas. De cómo pertenecer y llegar a ser feliz en las condiciones menos favorables. 


Si Mr. Church es el centro del metraje, el jazz y la cocina lo son también. Son dos de las cosas que más definen la personalidad de Mr. Church, de modo que se hacen presentes a lo largo de toda la película, llegando a hacerse imprescindibles para considerarla una historia bien contada.

Creo que es la primera vez que veo una película en la que me tomo en serio a Eddie Murphy, y al contrario de resultarme desagradable, ha sido una gran sorpresa para mis ojos y oídos, y muy grata he de decir. Pero no solo Murphy es digno de mención.
Tanto Madison Wolfe (Poppy de pequeña), como Mckenna Grace, y Natalie Coughlin; es decir, las pequeñas, pero talentosas actrices, dan gran fuerza al curso de los hechos. Hacen que la historia cobre sentido, luz, magia. Están soberbias.


Las tres niñas tejen su papel con gran delicadeza, resultando por supuesto imprescindible la presencia de Britt Robertson (Charlotte). Esta, sorprendentemente adulta, hace aflorar emociones en el espectador que nunca creí posibles de esta joven, pero prometedora actriz. Pasa por las algunas de las peores circunstancias en las que la vida nos puede llegar a poner a cualquiera, y lo hace con gran entereza, tesón y un gran sentido de la pérdida. Deja que Mr. Church cuide de ella, llegando a considerarle su única familia -hecho que se hace patente cuando este la echa de su casa, y por un momento se ve sola en el mundo-, y cuando llega el momento de devolverle todo lo que ha hecho a lo largo de los años, allí está ella, para dar y dejar de recibir después de 15 años.

Me gustaría hacer también mención a la evolución del personaje de Murphy. A lo largo de los años se presenta como un personaje misterioso, que hace su trabajo y cuida de una niña y su madre sin ninguna obligación de hacerlo. Y en ese momento que ya he nombrado, en el que echa a Charlotte de su vida, ella tiene un accidente, se recompone, se hace cargo de ella y siguen el curso de sus vidas. Es entonces, después de unos años más, cuando cae enfermo y demuestra a través de sus palabras a la hija de Charlotte -Izzy-, cómo un hombre perdido en el mundo, cae por cosas del destino, en su salvación. Ambos personajes se salvan mutuamente. 


Y aquí entra el tercero en discordia: Larson, interpretado por Christian Madsen. Que no solo es un personaje de relleno, si no que se hace imprescindible, llegando al punto en el que Charlotte supone su forma de redimirse, de hacer las paces con la vida, y así poder dirigirla hacia algo mejor.

Al empezar a ver la película, esperas una triste historia de hija y madre con cáncer, para llorar, para casi cortarte las venas. Pero según va avanzando, te das cuenta de que esta película trata mucho más que de eso. Se trata del amor en todo su esplendor, de cómo una niña puede empezar no queriendo tener a Mr. Church en su casa, para terminar considerándolo el centro de su mundo. Y, sinceramente, ojalá todos tuviéramos a un Mr. Church para que nos salvara la vida. 


Podría hablar de banda sonora, fotografía, montaje, dirección, pero creo que esta película va mucho más allá de eso. Va de sentimientos, de personas, de pequeñísimos detalles.

Sinceramente, me resulta una historia tierna, lacrimógena y que puede enseñar mucho de la vida. Los actores están cómodos y espléndidos en sus papeles y eso hace de esta película una serie de fotogramas muy agradables de ver.

Es, en resumen, como las palabras de Charlotte: unos hablarán sólo de ella, otros de todo menos de ella y otros no hablarán porque no lo necesitan.



Y, al final, así es la vida: unos hablan de sí mismos, otros tan solo de los demás y a otros no hablan porque no lo necesitan. 

Hasta pronto espero, 
B.

lunes, 18 de abril de 2016

Lágrimas y desconcierto

De padres a hijas

Historia de la relación entre un padre y su hija a lo largo de 25 años. Todo comienza en Nueva York en la década de los 80, donde Jake Davis (Russell Crowe), novelista ganador del Pulitzer y viudo reciente tras la muerte de su esposa, lucha contra una enfermedad mental al tiempo que intenta criar a su hija de cinco años. 


Tengo la firme convicción de que Russel Crowe es uno de los mejores actores de nuestro tiempo, y a pesar de las críticas no muy merecidas de este metraje y de que su actuación no llegue a ser espectacular, lo demuestra una vez más. Hace ya unos cuantos años, demostró al mundo y a la crítica mundial en el papel de Andrew en 'A beautiful mind' (como ya había hecho Jack Nicholson en 'One flew over the Cukoo's nest'), que se pueden llevar a la gran pantalla personajes tan grandiosos como sus patologías mentales. Y dicho sea de paso, si no la han visto dediquen unas horas de su tiempo a disfrutarla. 

De nuevo, lo vuelve a hacer, considerando que los brotes psicóticos en forma de crisis convulsivas que sufre nuestro protagonista, están increíblemente logrados. Puede que la objetividad no sea la mayor de mis virtudes, pero pocas veces me ha costado defender su buen hacer, aunque en esta ocasión haya supuesto un reto. 

Por otro lado, vemos sus facetas de escritor y padre, que aunque importantes para el desarrollo de la trama, sus presentaciones se quedan cortas, mostrando el lado de la profesión que ya conocemos, el que absorbe, abstrae y olvida. 




Podría desmenuzar esta película toma a toma, escena a escena, podría, pero es algo que no haré. Explicaré el por qué. En todo su largo y ancho, se suceden una serie de escenas que crean ganas de saber más, pero también desconcierto. 

Siempre he sido una gran admiradora de dos cosas en el séptimo arte: las voces en off y los flashbacks (como ya había declarado anteriormente). 

Pues bien, llega un punto en el que los fashbacks parece que dejan de tener sentido, que se pierde el hilo del argumento, en el que se desdibuja el motivo, lo que se pretende contar. Entiendo que 'Fathers and Daughters' habla de las relaciones paternales que se crean, de cómo amar y dejar ser amado, e incluso del miedo a ser abandonado por aquellos que te quieren. Pero sinceramente, no me convence. Entiendo que Katie (hija de Jake), interpretada por Amanda Seyfried, supla su falta de amor y confianza acostándose con chicos para todos los gustos, por aquello de ser una niña perdida. Sin embargo, me llega a resultar incoherente que otras facetas de su vida estén completamente intactas, como el hecho de ser capaz de ayudar a una niña a amar y confiar, cuando ni siquiera ella misma es capaz. También me resulta chocante que ella, que tanto ha sufrido por la pérdida de sus padres, sea una psicóloga en ciernes, que ama su trabajo y que además, se le da francamente bien. Todas estas situaciones, llegan a resultar contradictorias, dejando ver un guión poco creíble, mal definido y desastroso. 

Dejando a un lado el guión y la construcción del papel de Katie, en lo que concierne a Amanda Seyfried, considero que está sobreactuada la mayor parte del tiempo, que no encaja en el rol de chica promiscua y perdida, incapaz de amar. Me ha llamado también la atención, la forma de conocer el amor, la intensidad de una relación que acaba de comenzar con un chico que conoce en un bar, del rápido pasar de las escenas y de los sentimientos de la pareja formada por los personajes de Seyfried y Paul. Y si tenían alguna duda, no me ha llamado la atención por estar bien contada, si no por la rapidez inadecuada de su historia de amor. 




Siempre he creído que Diane Kruger, además de ser un bellezón, no es mala actriz. Llevo años deseando verla en un papel de 'mala' y, sin ser perfecta en el papel de tía que aleja a Katie de su padre, tampoco resulta descafeinada. Quvenzhané -nombre impronunciable, de paso sea dicho- está correcta en su rol, siempre quedando en un segundo plano, como niña que está siendo ayudada por la "estupenda psicóloga" que es Katie. 

No puedo dejar de nombrar la aparición estelar de Jane Fonda, que aunque breve, nunca da lugar a la crítica. Kylie Rogers (Katie de niña) tampoco merece que se la tenga en tan baja consideración como para no nombrarla, de hecho si algo tengo que destacar sobre el personaje de Katie, es ella, que al menos da forma a la personalidad de la que después llegará a ser la 'Katie adulta'. 




Por dejar un poco de lado lo que considero no incorrecto, pero sí potencialmente discutible en este largometraje, tengo que ensalzar ciertos aspectos. A pesar de todo, o a su favor, la industria del cine no tiene por qué seguir las reglas de lo coherente y previamente establecido, por eso declaro que esta es única y exclusivamente una opinión personal. Creo también, que cumple su función: entretener y emocionar al espectador, que hasta yo, norteña de corazón pétreo, he podido vislumbrar en la mezcla de agua e iones que corría por mis mejillas en ciertos momentos. 




El final feliz es indiscutiblemente merecido. Resulta agradable de ver, cómo después de todo lo sufrido, Katie consigue recordar a través de la última obra de su padre y del amor ajeno -y propio-, que el mundo puede ser un lugar feliz en el que vivir, donde sentir y sufrir está bien, y donde por encima de todo, estos sentimientos nos hacen más fuertes en lugar de matarnos. 

Hasta pronto, 
B.  

sábado, 16 de abril de 2016

Pelirrojos y acentos británicos

Birdsong


Esta emocionante historia comienza en 1910, cuando el joven inglés Stephen Wraysford (Eddie Redmayne) viaja a Francia para estudiar el funcionamiento de la empresa textil de René Azaire. Allí conoce a Isabelle (Clémence Poésy), la mujer del dueño, con la que vive un inolvidable romance.

Hace ya unos años que le sigo la pista a Eddie Redmayne. Concretamente, desde que cayó en mis manos 'Mi semana con Marilyn'; película en la que Michelle Williams demuestra que no es solo la actriz secundaria de 'Dawson's Creek'. Fue entonces cuando empecé a sentir el fenómeno fan en mis propias carnes, no sólo por su belleza, sino por su delicadeza, su buen hacer, su versatilidad y su elegancia, llegándome a parecer la versión mejorada de un elegantísimo Cary Grant.

Por casualidad, o por obras del destino, me hablaron de esta miniserie y, sin saberlo, me encontré que estaba protagonizada por este maravilloso pelirrojo.

Lo que me he encontrado es una obra de arte muy sutil.
Me resulta estupenda la combinación de pasado, presente y futuro. No es la primera vez que disfruto de este tipo de combinación en la pequeña o en la gran pantalla, pero sí que es una de las primeras veces (al margen de Cinema Paradiso) en las que el binomio forwards-backwards llega a funcionar, a no resultarme chocante.

Ha sido fascinante ver la evolución de Stephen (Eddie Redmayne) a lo largo de los 2 capítulos; empezando como un joven tímido y enamorado, pasando por alguien con apariencia fría, para acabar como un hombre destrozado por la guerra, pero que aún conserva las ganas de vivir. La actuación de Redmayne resulta espléndida para el ojo del espectador, pero tampoco se quedan cortos los actores secundarios. Tanto un capitán Weir, aka Robb Stark (Richard Madden), como Firebrace (Joseph Mawle) [no en vano fue nominado al BAFTA a mejor actor secundario], y sin olvidarme de un estupendo Matthew Goode, en el papel del a veces despiadado y odiado capitán Gray. Los 3 actores generan momentos tiernos, duros, reales y llenos de sentimiento durante la producción. Resultan esenciales para el desarrollo de la trama y de la personalidad de Stephen.

No puedo dejar de mencionar otros personajes mucho más innecesarios en la trama como Tipper, cuyo actor puede que no genere nada apoteósico, pero si que ayuda a ver la humanidad del personaje encarnado por Redmayne, que a fin de cuentas, es el centro de toda la producción.


Sin embargo, las interpretaciones femeninas me han parecido insulsas y a veces, hasta algo prescindibles. Siempre por hablar de alguna manera, ya que sin Isabelle (Clémence Poésy) el desarrollo de la historia no tendría ningún sentido. Si tuviera que quedarme con una de los pocos personajes femeninos, sería con Lisette (la hijastra de Isabelle), cuyas apariciones son pocas y breves, pero maestras.

No todo son actores en esta producción. El vestuario, los espacios, las escenas de guerra, ... El director de fotografía utiliza los espacios y los claroscuros con mucha inteligencia, dando aún si cabe más credibilidad a la ambientación. En general, la puesta en escena es estupenda, muestra con bastante fidelidad la riqueza de los años anteriores a la I guerra mundial, alternando escenarios más grotescos y pobres, más propios del largo conflicto bélico europeo. Pero siempre bastante cercanos a la realidad.

Sin querer hacer ningún spoiler, hay una escena que debo mencionar. No dejen pasar por alto el momento previo a que el pelotón parta para luchar, ese en el que cada soldado escribe una carta a sus seres queridos. Ni aquel otro en el que Weir admite ante Stephen que nunca ha estado con una mujer. No son dos momentos clave, ni siquiera importantes en la trama principal, pero sí dos momentos contados con delicadeza y buen hacer. No los pasen por alto, de verdad.

No debo ensalzar solo las cosas buenas que tiene esta miniserie, ya que hay situaciones que resultan un tanto inverosímiles. Eso de que el personaje encarnado por Redmayne evada tantas veces a la muerte, creo que es un error. Podrían haberse ahorrado algunas de esas escenas, quedándose quizás con un par. Hay un momento previo a la batalla final, donde un Firebrace borracho resulta un tanto sobrecargado, demasiado sobreactuado, pero no puedo echar la culpa al actor, pues probablemente haya sido más bien cosa de la dirección.

Al margen de esto, merece que dediquen unas horas de su tiempo a disfrutar de esta inflavalorada historia de guerra y paz.



En resumen, creo que resulta una serie fácil de ver, interesante y bien ambientada. Está llena de detalles, que si el espectador reconoce, dan mucho valor a la dirección. Creo que no defrauda, y los primeros planos son certeros, dan siempre cierto suspense a la trama, con una más que destacada interpretación de Eddie Redmayne.

No puedo olvidar decir que, aunque el argumento principal sea el romance de ambos protagonistas, no es ni mucho menos lo más destacable. Así que, si no les gustan las historias de amor, no se preocupen, y no dejen de darle una oportunidad.

Eso sí, veánla en V.O. Si hace falta con subtítulos. No deben perderse los maravillosos acentos británicos que se oyen por doquier.


¡Ah, si! Y el final les resultará sorprendente.
Besos para ellos y para ellas,

B.