lunes, 18 de abril de 2016

Lágrimas y desconcierto

De padres a hijas

Historia de la relación entre un padre y su hija a lo largo de 25 años. Todo comienza en Nueva York en la década de los 80, donde Jake Davis (Russell Crowe), novelista ganador del Pulitzer y viudo reciente tras la muerte de su esposa, lucha contra una enfermedad mental al tiempo que intenta criar a su hija de cinco años. 


Tengo la firme convicción de que Russel Crowe es uno de los mejores actores de nuestro tiempo, y a pesar de las críticas no muy merecidas de este metraje y de que su actuación no llegue a ser espectacular, lo demuestra una vez más. Hace ya unos cuantos años, demostró al mundo y a la crítica mundial en el papel de Andrew en 'A beautiful mind' (como ya había hecho Jack Nicholson en 'One flew over the Cukoo's nest'), que se pueden llevar a la gran pantalla personajes tan grandiosos como sus patologías mentales. Y dicho sea de paso, si no la han visto dediquen unas horas de su tiempo a disfrutarla. 

De nuevo, lo vuelve a hacer, considerando que los brotes psicóticos en forma de crisis convulsivas que sufre nuestro protagonista, están increíblemente logrados. Puede que la objetividad no sea la mayor de mis virtudes, pero pocas veces me ha costado defender su buen hacer, aunque en esta ocasión haya supuesto un reto. 

Por otro lado, vemos sus facetas de escritor y padre, que aunque importantes para el desarrollo de la trama, sus presentaciones se quedan cortas, mostrando el lado de la profesión que ya conocemos, el que absorbe, abstrae y olvida. 




Podría desmenuzar esta película toma a toma, escena a escena, podría, pero es algo que no haré. Explicaré el por qué. En todo su largo y ancho, se suceden una serie de escenas que crean ganas de saber más, pero también desconcierto. 

Siempre he sido una gran admiradora de dos cosas en el séptimo arte: las voces en off y los flashbacks (como ya había declarado anteriormente). 

Pues bien, llega un punto en el que los fashbacks parece que dejan de tener sentido, que se pierde el hilo del argumento, en el que se desdibuja el motivo, lo que se pretende contar. Entiendo que 'Fathers and Daughters' habla de las relaciones paternales que se crean, de cómo amar y dejar ser amado, e incluso del miedo a ser abandonado por aquellos que te quieren. Pero sinceramente, no me convence. Entiendo que Katie (hija de Jake), interpretada por Amanda Seyfried, supla su falta de amor y confianza acostándose con chicos para todos los gustos, por aquello de ser una niña perdida. Sin embargo, me llega a resultar incoherente que otras facetas de su vida estén completamente intactas, como el hecho de ser capaz de ayudar a una niña a amar y confiar, cuando ni siquiera ella misma es capaz. También me resulta chocante que ella, que tanto ha sufrido por la pérdida de sus padres, sea una psicóloga en ciernes, que ama su trabajo y que además, se le da francamente bien. Todas estas situaciones, llegan a resultar contradictorias, dejando ver un guión poco creíble, mal definido y desastroso. 

Dejando a un lado el guión y la construcción del papel de Katie, en lo que concierne a Amanda Seyfried, considero que está sobreactuada la mayor parte del tiempo, que no encaja en el rol de chica promiscua y perdida, incapaz de amar. Me ha llamado también la atención, la forma de conocer el amor, la intensidad de una relación que acaba de comenzar con un chico que conoce en un bar, del rápido pasar de las escenas y de los sentimientos de la pareja formada por los personajes de Seyfried y Paul. Y si tenían alguna duda, no me ha llamado la atención por estar bien contada, si no por la rapidez inadecuada de su historia de amor. 




Siempre he creído que Diane Kruger, además de ser un bellezón, no es mala actriz. Llevo años deseando verla en un papel de 'mala' y, sin ser perfecta en el papel de tía que aleja a Katie de su padre, tampoco resulta descafeinada. Quvenzhané -nombre impronunciable, de paso sea dicho- está correcta en su rol, siempre quedando en un segundo plano, como niña que está siendo ayudada por la "estupenda psicóloga" que es Katie. 

No puedo dejar de nombrar la aparición estelar de Jane Fonda, que aunque breve, nunca da lugar a la crítica. Kylie Rogers (Katie de niña) tampoco merece que se la tenga en tan baja consideración como para no nombrarla, de hecho si algo tengo que destacar sobre el personaje de Katie, es ella, que al menos da forma a la personalidad de la que después llegará a ser la 'Katie adulta'. 




Por dejar un poco de lado lo que considero no incorrecto, pero sí potencialmente discutible en este largometraje, tengo que ensalzar ciertos aspectos. A pesar de todo, o a su favor, la industria del cine no tiene por qué seguir las reglas de lo coherente y previamente establecido, por eso declaro que esta es única y exclusivamente una opinión personal. Creo también, que cumple su función: entretener y emocionar al espectador, que hasta yo, norteña de corazón pétreo, he podido vislumbrar en la mezcla de agua e iones que corría por mis mejillas en ciertos momentos. 




El final feliz es indiscutiblemente merecido. Resulta agradable de ver, cómo después de todo lo sufrido, Katie consigue recordar a través de la última obra de su padre y del amor ajeno -y propio-, que el mundo puede ser un lugar feliz en el que vivir, donde sentir y sufrir está bien, y donde por encima de todo, estos sentimientos nos hacen más fuertes en lugar de matarnos. 

Hasta pronto, 
B.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario